(Este artículo apareció en la edición impresa
de El País del sábado, 19 de julio de 1980)
Anteanoche y de forma repentina falleció el
catedrático de Psiquiatría y ex rector de la Universidad de Barcelona Joan
Obiols, de 61 años de edad. El óbito tuvo efecto en Port-Lligat, adonde se
había trasladado expresamente, como hacía todos los jueves, según revelaba ayer
este diario, para atender a Salvador Dalí, aquejado de delicados problemas
psíquicos. Cuando estaba atendiendo a Dalí le sobrevino un infarto de
miocardio. Poco después, fallecía.
Partidario de una psiquiatría biológica, de
base física y científica, crítico por e.llo de las corríentes psícoanalítícas,
Obiols insistió constantemente en la falta de entidad científica y médica de la
dualidad mente-espírítu; para él, nociones como la percepción y la memoria
constituyen funciones del organismo equiparables a la digestión o a la
respiración, siendo por ello la unidad indestructible de lo psíquico y lo
somático presupuesto básico de su actividad clínica y docente.En 1972 fue
elegido decano de la facultad de Medicina de Barcelona, y en 1977, tras la
dimisión de Jiménez de Parga, fue el primer rector -en funciones- elegido
democráticamente, cargo que desempeñó durante menos de un año. Fue presidente
de la Federación Mundial de Psiquiatría Biológica, y académico de la Real de
Medicina de Barcelona.
En el terreno universitario fue un auténtico
liberal en el sentido más directo y personal de la palabra. Logró lo casi
imposible: que en su cátedrá coexistieran conductistas y psicoanalistas, así
como otras subfamilias ideológicas o terapéuticas. El mismo, en la docencia,
fue un ecléctico capaz de respetar cien corrientes sin asumir ninguna. Este
quizá fue uno de los aspectos más fructíferos de su labor.
En el orden terapéutico usó de forma bastante
estandarizada el tratamiento convencional con barbitúricos y narcolépticos. Su
consultorio era masivamente frecuentado. Su sistema de pasar visita permitía
atender a gran número de pacientes, pero con terapias escasamente
individualizadas. Contrariamente a lo propio de los catedráticos de Medicina,
su clientela era popular, por cuanto que el precio de sus consultas también lo
era.
Con su trabajo había logrado una muy
considerable fortuna. Era propietario de auténticas mansiones - en el Montseny,
en Torre Valentina - y poseía una excelente colección de obras de arte. Parte
de la misma desapareció como consecuencia de un incendio en una de sus casas.
Pese a su situación social, su trato era de una cordialidad extrema, populista,
asequible, directo.
Otra de sus grandes pasiones era la buena mesa.
De forma justificada pasaba por ser uno de los paladares más delicados de
Cataluña. También en este orden era ajeno a todo esnobismo.
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